La educación como Anti- Violencia

Publicado el dia 2016-06-23 Categoría: Educación

El filósofo y escritor vasco Fernando Savater afirma en el discurso de recepción del Doctorado Honoris Causa que le otorgaron en Venezuela que la Educación es la anti-fatalidad, es el proceso social mediante el cual se busca romper con la predestinación que hace que los hijos de los pobres estén condenados a ser pobres toda su vida y los hijos de los ricos, premiados con disfrutar de la riqueza por el simple hecho de nacer en determinada familia.

En efecto, la educación es un factor de movilidad social, en los países en los que funciona adecuadamente, es decir, en los que existe equidad en el acceso a la educación y hay calidad en la educación que se imparte.

Sin embargo, en muchos países el proceso educativo no solamente no combate la fatalidad sino que la acentúa. En México y en otros países con estructuras socio-políticas caracterizadas por la desigualdad, la pobreza y la exclusión, el sistema educativo está funcionando de modo que aumenta la brecha entre ricos y pobres en lugar de promover las condiciones para que disminuya.

De la misma forma, parafraseando a Savater, podríamos decir que la educación es la anti-violencia, puesto que al brindar las herramientas intelectuales y éticas necesarias para aprender a conocer, a hacer, a ser y a convivir ?como afirma la Comisión Delors—, el proceso educativo contribuye a generar personas, profesionistas y ciudadanos que privilegian el diálogo y la búsqueda de comprensión sobre los prejuicios, la agresión y la imposición por la fuerza.

Es así que podemos oponer educación a barbarie y fanatismo y comprobar a lo largo de la historia que los espacios, grupos sociales y países más educados son capaces, en general, de construir formas de convivencia más civilizadas, armónicas y pacíficas que aquéllas en las que no se cuenta con un sistema educativo sólido y pertinente al que todos tienen acceso.

¿Se puede entonces justificar la violencia en nombre de la educación? ¿Resulta, ya no digamos legítimo, sino mínimamente comprensible decir que se lucha o se trabaja por mejorar la educación cuando se usa la violencia como medio? La respuesta obvia a ambas preguntas es NO.

Entre más educados y más comprometidos estén con la educación los distintos actores sociales menor será la consideración del recurso de la fuerza, la imposición o la violencia para lograr sus objetivos. Porque si la educación es la anti-violencia, la conducción y acción del sistema y el proceso educativo deben descartar cualquier forma de violencia como método: desde el nivel aúlico —donde la violencia del profesor hacia los alumnos, o de estos entre sí, es inaceptable— hasta el nivel de gestión escolar y de construcción e instrumentación de la política educativa.

Lo ocurrido en Nochixtlán es una muestra clara de que lo que menos importa en los dos bandos que están en conflicto en torno a la reforma educativa es la educación de los niños y jóvenes mexicanos para romper con la fatalidad de la injusticia, la pobreza y la desigualdad a la que en pleno siglo veintiuno siguen condenados. Estamos frente a una lucha de intereses políticos y económicos que se disfrazan en discursos de una supuesta defensa de la educación pública —que no está en riesgo en ninguna parte de esta reforma educativa— o de la genuina preocupación por mejorar la calidad del aprendizaje para mejorar las condiciones de vida de las nuevas generaciones —para la que faltan muchas decisiones y políticas educativas que siguen pendientes—.

En ambos bandos de esta confrontación existen intereses de poder muy específicos que están chocando hoy y trascienden incluso el ámbito del sistema educativo. El proyecto de un gobierno que no ha mostrado ninguna sensibilidad hacia la población y ha sido incapaz de establecer puentes de comunicación con la sociedad, encerrado en la certeza de estar siempre en lo correcto; los proyectos personales de Secretarios de Estado que aspiran a la candidatura presidencial, la pérdida de privilegios de organizaciones gremiales que nacieron con el fin de defender a los maestros y terminaron convirtiéndose en estructuras de poder tan sujetas a la corrupción como las que criticaban, los intereses de poder de grupos y organizaciones sociales y políticas antagonistas a este proyecto de gobierno que se montan en cualquier causa social para promover sus propias causas particulares, etc.

Cada bando cerrado en sus posiciones, cada lado de este círculo vicioso montado en la certeza ensoberbecida de que su fuerza vencerá a la del enemigo. Cada bando descalificando al otro por todos los medios y sin importar la veracidad o falsedad de lo que difunde para desprestigiar a su oponente.

En medio de este conflicto irracional que ya cobró sus primeras víctimas mortales en Nochixtlán, están como siempre las personas comunes —en el caso de la educación, los maestros y maestras—, las que creen en ciertos ideales, las que movidas por sus ideales siguen trabajando día a día por mejorar la formación de los niños y jóvenes del país aún en condiciones totalmente adversas. Las maestras y los maestros que tienen su propia perspectiva sobre la reforma, favorable o desfavorable, más o menos crítica, que desde esa perspectiva siguen trabajando día a día y participan o no en las muestras de apoyo o en los movimientos de oposición, respondiendo a ideales más que a intereses, buscando aportar su pequeño pero indispensable grano de arena a la transformación de la educación en el país, pensando en los alumnos concretos, que son los verdaderos destinatarios de cualquier reforma y en los que poco parecen pensar en ambos bandos.

La educación es anti-violencia, la educación debe ser anti-violencia. Condenemos la violencia venga de donde venga. Afirmemos con toda la fuerza posible que no puede haber acciones violentas en nombre de la educación. Levantemos nuestra voz para que el diálogo inteligente, verdaderamente crítico, responsablemente libre y comprometido con al bien común sea el medio para resolver las diferencias de quienes tienen el poder para salir de esta profunda crisis.

http://www.e-consulta.com/opinion/2016-06-20/la-educacion-como-anti-violencia